Primero Lanata, ahora L-Gante

En un país donde la sorpresa es moneda corriente, el mundo del espectáculo y el periodismo acaban de chocar de frente con una coincidencia escalofriante. Dos íconos de generaciones y estilos radicalmente opuestos, unidos por algo más fuerte que la fama: una enfermedad que ataca en silencio, sin pedir permiso ni dar señales claras.

Él era la voz crítica del poder, el hombre que con un micrófono podía hacer temblar ministerios. El otro, la figura más ruidosa de la cumbia 420, nacido en el barrio, criado entre rimas y beats, con una popularidad que cruza edades y clases sociales. A uno lo aplaudían en redacciones; al otro, en estadios y festivales.

Y sin embargo, el destino los entrelazó de la forma más inesperada.

Primero fue Jorge Lanata. Después de años de batallar contra varios problemas de salud, su cuerpo comenzó a fallarle por dentro. Lo que parecía un desgaste natural terminó revelando algo mucho más complejo. Y cuando la insuficiencia renal le ganó la partida, el país entero lo lloró.

Ahora, como si se tratara de una cruel repetición, el foco cae sobre Elián Valenzuela, más conocido como L-Gante. En medio de sus proyectos musicales, giras y controversias mediáticas, una revisión médica de rutina le arrojó un baldazo de agua fría: insuficiencia cardíaca y renal. El joven artista, que hasta ayer representaba la vitalidad, se enfrenta de repente a un diagnóstico que lo obliga a frenar.

Sí: los mismos riñones que no perdonaron al periodista más temido del país, hoy golpean al referente de la nueva generación.

No es casualidad, es advertencia. La insuficiencia renal no distingue entre micrófonos ni escenarios. Puede habitar en el cuerpo del que escribe columnas y en el que improvisa en una base de trap. Es invisible, traicionera, y cuando da la cara, muchas veces ya es tarde.

El caso de Lanata fue un precedente. El de L-Gante, un llamado de atención. Ambos son el reflejo de una enfermedad que no entiende de edades, estilos ni trayectorias. Una condición que puede apagarte el cuerpo mientras afuera todo sigue girando como si nada.

Hoy, mientras los fanáticos de L-Gante aguardan novedades sobre su recuperación, queda una verdad que retumba más fuerte que cualquier canción o editorial: la salud no se negocia. Y cuando los órganos fallan, ni la fama alcanza para comprar un segundo más.